Pasó la Pascua y con ella nuestro primer viaje
rundt i Norge. Tras casi dos años aquí, finalmente llegaron nuestras primeras vacaciones de turismo interior. Inspirados por un reportaje de
Life in Norway, nos decidimos por la zona de
Bodø. Es la zona más al norte que se puede alcanzar con tren.
Bodø fue practicamente destruída en la Segunda Guerra Mundial. Por ello, si bien la ciudad en sí no tiene un particular atractivo arquitectónico, es de un enorme interés histórico. Por la zona vimos diversos bunkers. Y lo mejor es que la ubicación de la ciudad y pueblos cercanos es excelente para escapadas llenas de naturaleza.
Hace cosa de un mes compramos los billetes para el
tren nocturno Trondheim-Bodø. Los chicos estaban muy emocionados pues suponía pernoctar allí. El tren partió a las 23,40 de la noche del domingo pasado y a las 9,30 del lunes nos plantamos en Bodø. Si bien no dedicamos mucho tiempo a recorrer la ciudad, me sorprendió que hubiese mucha más variedad de tiendas que en Trondheim.
Tren Trondheim-Bodø. Foto: Robert Estalella
Mis suegros nos acompañaron en nuestra ruta. En el tren ellos se alojaron en un compartimento con el mayor y Pau y yo en otro con el pequeño. Las camas eran bastante cómodas y dormimos todos del tirón con el traqueteo. Toda una aventura.
A eso de las siete ya nos despertamos para disfrutar de
vaffels, un zumo y un
cola-cao calentito (
kakao), mientras nuestros ojos se deleitaban con hermosos paisajes nórdicos.
Desayuno en el tren. Foto: Lidia Monfort.
Dos horas después llegamos a Bodø. Mientras Pau recogía el coche de alquiler en el aeropuerto (está en la misma ciudad), el resto tomamos un
brunch revitalizante en el centro de Bodø.
Nos alojamos en un
rorbu (tipo chalet) de un
resort de pesca situado a una media hora de Bodø en coche. Las vistas a un fiordo con montañas nevadas en plena
"hora azul" (
blå time): impagables.
Vistas de una de las ventana del rorbu. Foto: Pau Estalella
El
rorbu contaba con comodidades diversas como por ejemplo, suelo radiante. El baño estaba dentro. También había nevera y fogones para cocinar. Asimismo tenía dos dormitorios y un altillo habilitado a modo de dormitorio también. Yendo con mis suegros y los chicos resultó lo más práctico. Y la relación calidad-precio buena. En teoría había wifi gratuito, pero no funcionaba. Y fue mejor porque sin internet y en plena naturaleza es cuando una desconecta de todo.
Buenos momentos en el rorbu. Fotos: Lidia Monfort.
Nos faltó vivir una experiencia como pescadores allí mismo, pero como está en nuestros planes volver algún día, todo se andará. No obstante, aquí nos tenéis haciendo un pequeño tur por la zona de las cabañas.
Momentos de silencio de una belleza increíble
Foto: Robert Estalella.
Estuvimos allí tres días y cuatro noches. Muy tranquilo y con mucho espacio para que los niños jugaran. Se lo pasaron pipa saltando en los charcos y haciendo pompas de jabón.
Terraza de la cabaña. Foto: Lidia Monfort.
El primer día visitamos la montaña más cercana. Algo improvisado pero fantástico, pues topamos con un paisaje inefable. Visitamos varios lagos helados de gran tamaño. En la familia unos más atrevidos que otros atravesaron los lagos sin el menor problema.
Caminando y patinando. Foto: Pau Estalella.
Durante nuestras excursiones nos llevamos bocadillos caseros e improvisamos un restaurante en la montaña. También bebimos zumo de naranja como todo noruego que se precie en Pascua. Por la noche Pau y mi suegra cocinaban cosas ricas en la cabaña y jugábamos a cartas.
Ut på tur, aldri sur. Foto: Lidia Monfort
Ya el segundo día y el tercero fuimos directos a las recomendaciones de amigos noruegos. Disfrutamos mucho de las corrientes marinas y el viento de
Saltstraumen.
Y también de su faro oxidado y el encanto de las casitas del puerto.
Con mis chicos en Saltstraumen. Foto: Pau Estalella.
El tercer día nos acercamos hasta
Kjerringøy. Playas salvajes en medio del Atlántico hicieron las delicias de los niños.
Las algas noruegas son lo mejor del mundo :)
Fotos: Pau Estalella
El contraste de las altas montañas con el mar es indescriptible. De esas imágenes que cortan el aliento a una.
Playa noruega. Foto: Lidia Monfort.
En las fachadas de muchas casas había pescado secándose al aire libre.
Puerto de Saltstraumen. Foto: Lidia Monfort.
Todo ello con la emoción añadida de coger un
ferry para llegar hasta allí.
Un par de curiosos. Foto: Lidia M.
Asimismo condujimos algunos kilómetros más desde Kjerringøy hasta acabar la carretera. Una ruta panorámica magnífica. He aquí las coordenadas con el punto más al norte que alcanzamos: 67°35'35.9"N 15°03'55.4"E
Todo lo bueno se acaba y llegó el turno de volver a Trondheim. Elegimos la opción de tomar el
Hurtigruten. El horario fue lo peor. El barco partió de Bodø a las cuatro de la madrugada, aunque pudimos embarcar dos horas antes. Entramos bastante
zombies. Eso sí, mereció la pena la experiencia.
Zarpamos rumbo Trondheim con el barco
Midnatsol ("Sol de Medianoche")
Foto: Robert Estalella
El trayecto fue de veintiséis horas. La mitad más o menos fue tiempo de sueño. La otra mitad disfrutamos en plan
"Vacaciones en el mar" : leyendo, jugando a cartas, tomando fotos o simplemente mirando el paisaje a través del vidrio. No faltó alguna cervecita que otra. Y celebramos los siete años del mayor con una cena especial en una de las cafeterías del barco.
Cerca de Bronnøysund. Foto de Pau E. tomada desde el barco.
Los camarotes del barco muy cómodos y el desayuno rico y variado. Eso sí, echamos de menos más rincones pensados para los niños, pues sólo había uno en una de las cafeterías.
Ahora ya mañana de vuelta a la rutina. Pero maquinando nuevos viajes alrededor de Noruega. Y ya en pocos meses llegará el verano en España.
¡Hasta la próxima! ¡Feliz Lunes de Pascua a todos!